En los últimos años, la violencia con armas de fuego ha pasado al primer plano de la conciencia pública. Gran parte del debate se ha centrado en la regulación de las armas y en mantener las armas mortales fuera del alcance de los asesinos potenciales, en particular de aquellos con enfermedades mentales. Desafortunadamente, se ha dedicado mucha menos atención al impacto de la violencia armada en las víctimas. Si bien las personas que murieron y resultaron heridas en atrocidades como los tiroteos en Sandy Hook y el Teatro Aurora son recordadas y lamentadas públicamente, las víctimas de estas tragedias no se limitan a los hombres, mujeres y niños asesinados, heridos o presentes durante estos horribles eventos. Las consecuencias de la violencia armada son más generalizadas y afectan a comunidades enteras, familias y niños. Con más del 25 % de los niños presenciando un acto de violencia en sus hogares, escuelas o comunidad durante el último año, y más del 5 % presenciando un tiroteo, se convierte no solo en un problema de regulación de armas, sino también de abordar el impacto. sobre aquellos que han sido traumatizados por dicha violencia (Finkelhor et al., 2009).
Aunque los problemas de salud mental son parte del debate sobre la regulación de armas, la discusión se ha centrado principalmente en la salud mental de los perpetradores de delitos con armas. De hecho, la mayoría de las personas con enfermedades mentales no son violentas y en realidad tienen más probabilidades de ser víctimas que de victimizar a otros (Teplin et al, 2005). Si bien se puede hacer mucho más para abordar los problemas de los perpetradores con una enfermedad mental, esa conversación por sí sola no abordará los problemas asociados con la violencia armada. La Child Welfare League of America (CWLA) cree que es hora de ampliar el enfoque del debate sobre las armas para incluir el impacto en la salud social, emocional, física y mental de las personas traumatizadas por la violencia armada, especialmente niños y jóvenes. En su artículo de 2002 “Mitigación de los efectos de la violencia armada en niños y jóvenes”, James Garbarino y sus colegas señalaron que “los niños expuestos a la violencia armada pueden experimentar efectos psicológicos negativos a corto y largo plazo, que incluyen ira, aislamiento, estrés postraumático, y desensibilización a la violencia” (Garbarino et al., 2002). También indican que la investigación muestra que “ciertos niños pueden tener un mayor riesgo de resultados negativos si están expuestos a la violencia armada”. Los grupos que identificaron “incluyen niños heridos por la violencia armada, aquellos que presencian actos violentos muy cerca, aquellos expuestos a altos niveles de violencia en sus comunidades o escuelas, y aquellos expuestos a medios violentos”.
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